Si te miento by Clare Mackintosh

Si te miento by Clare Mackintosh

autor:Clare Mackintosh [Mackintosh, Clare]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2018-05-01T04:00:00+00:00


31

ANNA

Mark y Joan están hablando, pero es como si estuviese debajo del agua. De vez en cuando, uno de los dos me lanza una mirada de preocupación, antes de ofrecerme té, o vino, o «¿por qué no te echas un rato y duermes?».

No necesito dormir. Necesito entender qué narices está pasando.

¿Dónde han estado mis padres este último año? ¿Cómo pudieron simular sus suicidios de una forma tan convincente como para que nadie sospechara nada? Y lo que es más importante: ¿por qué lo hicieron?

No tiene ningún sentido. No he encontrado ninguna evidencia de que hubiesen contraído deudas, ninguna indicación de que hubiesen movido grandes sumas de dinero antes de desaparecer. Cuando se leyó el testamento de ambos, todo —más o menos— me lo dejaron a mí. Papá pidió un préstamo para el negocio, pero no fue hasta después de su muerte —y Billy se vino abajo— cuando la empresa empezó a tener problemas. Mis padres no estaban arruinados, no pueden haber hecho lo que hicieron por razones económicas.

La cabeza me da vueltas.

—Tenemos que hablar —digo cuando Joan sale de la habitación.

—Sí. —El gesto de Mark es serio—. Después de Navidad, cuando mi madre se haya ido, buscaremos una niñera para Ella y saldremos los dos a cenar. Tenemos que hablar con tranquilidad de todo. Estaba pensando que el terapeuta no tiene por qué ser conocido mío, si es eso lo que te preocupa; puedo pedir que me recomienden a alguien.

—No, pero…

Joan vuelve a entrar en la habitación, con una caja con el juego de Scrabble en la mano.

—No estaba segura de si lo teníais, así que me he traído el mío. ¿Queréis que juguemos una partida? —Me mira ladeando la cabeza—. ¿Cómo estás, querida? Sé que es un día duro para ti.

—Estoy bien —contesto, mintiendo por omisión, haciendo pasar mi extraño estado de ánimo por un síntoma de pena y dolor. Otras navidades sin mis padres. «Pobrecilla Anna. Los echa tanto de menos…».

Coloco las fichas con las letras de Scrabble en el soporte que tengo delante, incapaz de ver cómo formar hasta las palabras más sencillas. ¿Qué voy a hacer? ¿Debería llamar a la policía? Pienso en el encantador Murray Mackenzie, tan amable, y siento una oleada de vergüenza. Él me creyó. Él fue la única persona que admitió que había algo que no acababa de encajar en todo aquello. La única persona que estaba de acuerdo conmigo en que tal vez alguien había asesinado a mis padres.

Y todo este tiempo, era mentira.

—¡Tocadiscos! —exclama Joan—. Setenta y siete puntos.

—Pero eso son dos palabras ¿no?

—Para nada, una sola palabra.

Desconecto de su discusión de broma.

A lo largo de los últimos diecinueve meses, en diversos momentos, el dolor por la muerte de mis padres se veía superado por otra emoción.

La ira.

«Es completamente normal sentir ira cuando muere uno de nuestros seres queridos —dijo Mark durante mi primera sesión de terapia—. Sobre todo cuando creemos que la persona que ha muerto tomó de forma activa la decisión de dejarnos».

Una decisión tomada de forma activa.

Mi



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